viernes, 2 de marzo de 2012

Gilberto Bosques: el Schindler mexicano


Pocos personajes han sido tan injustamente relegados en la historiografía del siglo XX mexicano como Gilberto Bosques Saldívar. Este hombre, nacido en la comunidad de Chiautla, en el estado de Puebla, en 1892 fue un importante profesor, legislador, revolucionario, periodista, escritor y probablemente uno de los diplomáticos mexicanos más importantes del siglo pasado. Bosques comenzó una trayectoria política apoyando el movimiento maderista en su natal Puebla. Posteriormente, como legislador local y federal, Bosques fue pionero en la defensa de la reelección legislativa y un importante crítico, desde el Congreso, de los Tratados de Bucareli que Obregón signó con Estados Unidos y que condicionaban el reconocimiento estadounidense a la no retroactividad del artículo 27 constitucional sobretodo en materia petrolera. Bosques fue también un brillante periodista, director del diario El Nacional y un destacado profesor universitario. 
Sin embargo, fue en la arena diplomática donde su trabajo adquirió una dimensión sumamente relevante y donde se convirtió, sin duda, en uno de los principales artífices de la política exterior mexicana de la posguerra. De hecho una de sus primeras misiones diplomáticas le llenaría de gloria tanto a él como a México. En efecto, hace exactamente 70 años, el presidente Lázaro Cárdenas nombró a Bosques como Cónsul General de México en Marsella donde permaneció desde 1939 y hasta 1942. Fue en Marsella donde Bosques pudo concretar con el régimen colaboracionista de Vichy el convenio franco – mexicano mediante el cual el gobierno pro nazi de Pétain se comprometía a entregarle a los refugiados españoles residentes en territorio francés. Así y mediante la emisión de visas mexicanas, Bosques auspició la salida a México de más de 40 mil perseguidos del nazismo no sólo españoles sino también judíos así como franceses, austriacos, alemanes, polacos, húngaros y muchos otros. De hecho, el Consulado de México en Marsella rentó dos castillos, el de Reynarde y el de Montgrand, a fin de concentrar ahí a los refugiados previo su envío a nuestro país.
Por recomendación de Bosques, México rompe relaciones diplomáticas con el Eje y le declara la guerra en mayo de 1942. Poco tiempo después, Gilberto Bosques junto con su familia y decenas de diplomáticos de otros países –quienes también emitieron visas para salvar miles de vidas y con quienes formó una auténtica red diplomática de salvación de perseguidos-fueron capturados por los nazis y recluidos como prisioneros de guerra en la localidad alemanda de Bad Godesberg, cerca de la ciudad de Bonn.
Entre muchos otros, hombres y mujeres como el pintor Wolfang Paalen, el historiador Friedrich Katz, la científica Marietta Blau, el promotor cultural Walter Gruen, el escritor Max Aub y miles de personas más salvaron la vida, vinieron a México y dejaron aquí un legado humano e intelectual de enorme valía gracias a las visas que emitió.
Después de un regreso triunfal a México en abril de 1944 –alzado en hombros por cientos de judíos y españoles quienes colaboró a salvar-, Bosques explicó en uno de sus múltiples ensayos: “Hice la política de mi país, de ayuda, de apoyo material y moral a los heroicos defensores de la República Española, a los esforzados paladines de la lucha contra Hitler, Mussolini, Franco, Pétain y Laval”.
Tras la guerra, Bosques fue designado Embajador de México en Portugal, donde también consiguió refugiar españoles que huían del régimen franquista, posteriormente en Suecia, donde montó una de las más grandes exposiciones culturales de México en el extranjero, y finalmente en Cuba, donde protegió tanto a los simpatizantes de la revolución durante el régimen previo al castrismo como a quienes luego serían perseguidos políticos de la revolución.
Pero Bosques era además de un patriota, un auténtico demócrata. Por once años Embajador en Cuba, Bosques renuncia en 1964 a su encargo y al Servicio Exterior Mexicano. Para él, Gustavo Díaz Ordaz, entonces candidato del PRI a la Presidencia y seguro sucesor del presidente López Mateos, no era un demócrata.
Desde luego, la memoria de este gran mexicano ha sido objeto de una serie de homenajes internacionales como aquel que en junio de 2003 llevó al gobierno austriaco a colocar su nombre a una de las calles del distrito 22 de Viena. En México, sin embargo, hace falta insistir en la relevancia de este ilustre mexicano como ejemplo de honor, humanismo y amor a la patria. De ahí que, en el contexto de los 70 años del nombramiento de Bosques al frente del consulado en Marsella, el Museo Histórico Judío y del Holocausto de la Ciudad de México presentará su exposición fotográfica “Gilberto Bosques: un hombre de todos los tiempos” en el Senado de la República del 27 al 30 de abril próximo. La exposición consta de más de 100 fotografías y documentos que ilustran distintos momentos de la vida y el legado del Schindler mexicano.
Artículo publicado el 12 de abril del 2009 en Milenio – EdoMéx

Hélice Anáhuac


Juan Guillermo Villasana López (n. 10 de febrero de 1891 – † 23 de febrero de 1959) fue un destacado ingeniero y aviadormexicano.
Gracias, a sus conocimientos de tradición familiar de ebanistas, logra superar un problema que a nivel mundial ningún ingeniero había podido resolver. Diseña una hélice con varios tipos de maderas y un ensamble nuevo, que permite a los aparatos elevarse más y mejor, dando un giro total a la aeronáutica mundial. Esta hélice fue bautizada como la "Hélice Anáhuac", la primera de las cuales fue fabricada en la Escuela de Artes y Oficios (Hoy ESIME).2
El 4 de abril de 1913, en un avión de la misma marca y en compañía del piloto Miguel Lebrija, ejecuta un simulacro de bombardeo aéreo, en el Aeródromo de Balbuena, usando bombasMartín Hale.
La hélice Anáhuac, se exportó en 1915 a CentroSudamérica y Japón, lo que le valió recibir del gobierno de El Salvador reconocimientos por su brillante invención. Así mismo ocurrió con el gobierno japonés, a través del Gral. Nagaokoa, comandante del cuerpo aéreo imperial de Japón.
La sobresaliente actuación de Villasana, dentro de la aviación militar, le permitió ocupar cargos de mucha importancia, como teniente técnico de aviación, piloto en jefe de la escuela militar de aviación, dos veces director de la escuela y talleres de aviación militar, director de los talleres nacionales de construcción aeronáutica, con el grado de capitán primero, capitán segundo, jefe de la sección de aviación comercial, del departamento de aviación militar y dos veces delegado técnico en aeronáutica militar en la inspección general del ejército.


Fuente: Wikipedia.

Reforestando la Sierra Alta de Oaxaca

Pocos lo saben, pero existe un premio tipo “Nobel” de Ecología. El año pasado lo ganó Jesús León Santos, de 42 años, un  campesino indígena mexicano que lleva realizando, en los últimos 25 años, un excepcional trabajo de reforestación en su región  de Oaxaca, México.
El nombre de la recompensa es Premio Ambiental Goldman. Fue creado en 1990 por dos  generosos filántropos y activistas cívicos Estadounidenses  Richard N. Goldman y su esposa Rhoda H. Goldman. Consta de  una dotación de 150.000 USD ($2,154,000 M.N.) y se entrega cada año, en el mes de abril, en la ciudad de San Francisco, California (Estados Unidos). Hasta ahora ha sido  otorgado a defensores del medioambiente de 72 países. En  1991, lo ganó la africana Wangari Maathai, quien luego obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2004.
A Jesús León Santos se lo han dado porque, cuando tenía 18 años, decidió cambiar el paisaje donde vivía en la Mixteca alta, la “tierra del sol”. Aquello parecía un panorama lunar: campos yermos y polvorientos, desprovistos de arboleda, sin agua y sin frutos. Había que recorrer grandes distancias en busca de agua y de leña. Casi todos los jóvenes emigraban para nunca regresar, huyendo de semejantes páramos y de esa vida tan dura.
Con otros comuneros del lugar, Jesús León se fijó el objetivo de reverdecer los campos. Y decidió recurrir a unas técnicas agrícolas precolombinas que le enseñaron unos indígenas guatemaltecos para convertir tierras áridas en zonas de cultivo y arboladas.
¿Cómo llevar el proyecto a cabo? Haciendo revivir una herramienta indígena también olvidada: el tequio, el trabajo comunitario no remunerado. Reunió a unas 400 familias de 12 municipios, creó el Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (Cedicam), y juntos, con recursos económicos limitadísimos, se lanzaron en la gran batalla contra la principal culpable del deterioro: la erosión.pe2
En esa  región Mixteca existen más de 50.000 hectáreas que han perdido unos cinco metros de altura de suelo desde el siglo XVI. La cría intensiva de cabras, el sobre pastoreo y la industria de producción de cal que estableció la Colonia deterioraron la zona. El uso del arado de hierro y la tala intensiva de árboles para la construcción de los imponentes templos dominicos contribuyeron definitivamente a la desertificación.
Jesús León y sus amigos impulsaron un programa de reforestación.
A pico y pala cavaron zanjas-trincheras para retener el agua de las escasas lluvias, sembraron árboles en pequeños viveros, trajeron abono y plantaron barreras vivas para impedir la huida de la tierra fértil.
Todo eso favoreció la recarga del acuífero. Luego, en un esfuerzo titánico, plantaron alrededor de cuatro millones de árboles de especies nativas, aclimatadas al calor y sobrias en la absorción de agua.
Después se fijaron la meta de conseguir, para las comunidades indígenas y campesinas, la soberanía alimentaria.
Desarrollaron un sistema de agricultura sostenible y orgánica, sin uso de pesticidas, gracias al rescate y conservación de las semillas nativas del maíz, cereal originario de esta región.
Sembrando sobre todo una variedad muy propia de la zona, el cajete, que es de las más resistentes a la sequía.
pe3Se planta entre febrero y marzo, que es allí la época mas seca del año, con muy poca humedad en el suelo, pero cuando llegan las lluvias crece rápidamente. Al cabo de un cuarto de siglo, el milagro se ha producido. Hoy la Mixteca alta esta restaurada. Ha vuelto a reverdecer. Han surgido manantiales con más agua. Hay árboles y alimentos. Y la gente ya no  emigra.
Actualmente, Jesús León y sus amigos luchan contra los transgénicos, y siembran unos 200.000 árboles anuales.Cada día hacen retroceder la línea de la desertificación. Con la madera de los árboles se ha podido rescatar una actividad artesanal que estaba desapareciendo : la elaboración, en talleres familiares, de yugos de madera y utensilios de uso corriente.
Además, se han enterrado en  lugares estratégicos cisternas de ferrocemento, de más de 10.000 litros de capacidad, que también recogen el agua de lluvia para el riego de invernaderos familiares orgánicos.
El ejemplo de Jesús León es ahora imitado por varias comunidades vecinas, que también han creado viveros comunitarios y organizan temporalmente plantaciones  masivas.
En un mundo donde las noticias, con frecuencia, son  negativas y deprimentes, esta historia ejemplar ha pasado  desapercibida.